
Para que haya equilibrio entre el dar y el recibir, primero debes amarte a ti mismo. Si así lo haces, desde ese amor lo que darás será equilibrado y contendrá los límites adecuados para tener relaciones sanas.
El amor incondicional empieza con el amor incondicional a nosotros mismos. Solamente así podemos construir una buena autoestima que nos aporte salud y bienestar.
En el desequilibrio das tanto y con tanto amor que hay una parte que vibra con ese amor que sienta bien.
Pero si no te das ese amor a ti también, obsérvate bien. Mira con cuidado y verás otra parte interna que no tarda en emerger. Cierta desazón, sensación de soledad o incluso de irritabilidad contigo mismo o los demás.
Puedes estar dando mucho con amor a aquellos que te miran, te acogen, pero si no te amas a ti mismo también, vuelve a observarte bien centrado. ¿Puedes estar dando desde el miedo a ser rechazado, desde el miedo a perder el otro, a la soledad, al dolor?
No es tu culpa. Tampoco sirve de nada buscar culpables. Solamente intenta sentir comprensión y compasión contigo mismo.
Cuando una persona desde pequeña quizás se ha tenido que anular, se ha sobreadaptado a situaciones difíciles que la vida ha traído para él o sus cuidadores, evidentemente no ha podido construir ese amor a sí mismo, esa autoestima como motor de su vida.
Vivir con una baja autoestima, conlleva un sufrimiento profundo, una búsqueda continua de reconocimiento y valor, un miedo a sumirse en el dolor. Así que las personas encuentran maneras de sobrevivir a ese dolor.
Vemos personas que sobreviven desconectadas de su cuerpo y con una parte mental muy hiperactivada. Personas que están en el hacer y se llenan la vida con logros, con la vida de otros, con supuestas responsabilidades. Personas llenas de miedos y bloqueos que no saben bien lo que necesitan. Personas que dudan, buscan referentes en otras personas para emprender su camino o se quedan en una situación de falso confort, sin capacidad de emprender lo que les acerca a la vida.
El dolor que conlleva una baja autoestima, produce un estrés permanente, a veces muy inconsciente, que se puede traducir en problemas con la comida, con el sueño, con síntomas y enfermedades en el cuerpo.