
Según nationalgeographic.com diversos estudios científicos en todo el mundo sugieren que los efectos de traumas no sanados desde la guerra, genocidio, eventos adversos o dificultades emocionales en el desarrollo temprano, podrían transmitirse genéticamente de una generación a otra.
La epigenética estudia lo que se llama la expresión génica, es decir, cómo con las etiquetas químicas de los grupos metilo, se activan o desactivan en determinados genes. Este sería el mecanismo a través del que un progenitor puede transmitir miedos, creencias, lealtades, actitudes y emociones a otras generaciones que no vivieron lo mismo que él y a veces ni siquiera saben o han oído hablar de ello.
Este campo «toca todas las cuestiones que la humanidad se ha planteado desde que camina sobre este planeta», afirma Moshe Szyf, profesor de farmacología de la Universidad McGill (en Estados Unidos); «¿cuánto de nuestro destino está predeterminado? ¿Cuánto controlamos?».
En el artículo en el National Geographic, Rachel Yehuda, profesora de psiquiatría y neurociencia del trauma en el Mount Sinai de Nueva York (Estados Unidos) afirma que, «si sientes que te ha afectado una experiencia muy traumática, difícil y que ha alterado tu vida, como la de tu madre o tu padre, hay algo de cierto en ello». Su investigación apunta a una pequeña «señal» epigenética de que una experiencia que altera la vida «no muere contigo», dice; «de alguna forma, tiene vida propia después».
Para entender cómo un trauma emocional puede trascender generaciones, considera la distinción entre el genoma (el complemento completo de ADN del cuerpo) y el epigenoma. Isabelle Mansuy, catedrática de neuroepigenética de la Universidad de Zúrich (Suiza), lo compara con la diferencia entre hardware y software. Se necesita el «hardware» del genoma para funcionar. Pero es el «software» epigenético el que ordena cómo deben comportarse los genes del genoma.
«Todo el tiempo, en cada célula, en cada momento, el epigenoma está cambiando», afirma Mansuy. Responde a todo tipo de factores ambientales, desde exposiciones químicas a deficiencias nutricionales. El epigenoma determina qué genes se activarán en un momento dado y cuáles permanecerán en silencio.
En el Nature Neuroscience (https://www.nature.com/articles/nn.3594), cuya reputación es indiscutible con los investigadores Brian G. Dias y Kerry J. Ressler, se relata el proceso experimental que se realizó a ratones para observar los efectos transgeneracionales.
Considerando la especificidad molecular olfativa, el objetivo fue examinar un fenómeno muy observado, pero poco comprendido: la herencia de una exposición traumática parental.
La generación F0 de ratones fue sometida, antes de la concepción de generaciones posteriores, a un condicionamiento por el olor: se les hizo respirar el olor de la flor del cerezo mientras se les infligía una ligera descarga eléctrica. Cada vez que la olían, aun sin descargas, seguían mostrando estrés. Las generaciones siguientes F1 y F2, concebidas ulteriormente, mostraron también una importante sensibilidad conductual aún sin descargas eléctricas a ese olor, y no a otros olores. Es decir, huían despavoridos con ese olor igual que las generaciones que los precedían.
Asimismo, la secuenciación de bisulfito del ADN de esperma de los machos reveló una hipometilación de CpG en el gen Plfr511, y gracias a la fecundación in vitro, el grupo F2 mostró que estos efectos transgeneracionales se heredan a través de los gametos parentales. Es decir, aun sin contacto con sus progenitores, seguían mostrando el miedo.
Estos resultados sugieren la herencia transgeneracional en los niveles conductuales, neuroanatómicos y epigenéticos. Hay que precisar, pues, que la herencia no afecta directamente al genoma sino a la dimensión epigenética, entendida esta como la expresión los genes (híper o hipometilación).
Curiosamente, esta transmisión objetivada de la herencia traumática a través de los gametos parentales y, en particular, del esperma de los machos, remite a una leyenda peruana: el “síndrome de la teta asustada”, puesto en escena en la película de Claudia Llosa (2009) que lleva el mismo nombre (difundida en francés bajo el título de Fausta). Esta expresión, empleada en ciertas comunidades del Perú, designa el conjunto de síntomas ―supuestamente transmitidos por la leche materna― que manifestaban las hijas cuyas madres habían sido violadas antes de su nacimiento, durante la época de terrorismo (Estay, 2020, p. 5).
Los ratones madre y padre F0 transmitieron a su progenitura biológica una sensibilidad a la flor del cerezo. Sin embargo, esta no se transfirió a las crías alimentadas por su madre, lo que demostró que la interacción social no estaba implicada.
A pesar de que para los científicos no quedan claros los mecanismos bioquímicos que provocan las modificaciones epigenéticas en el esperma y los óvulos de los ratones sensibilizados, se ha identificado una alteración del ADN del gen receptor del olor que responde a la flor del cerezo.
Parece ser que, irremediablemente, la salud mental en las generaciones posteriores al trauma va a ser más vulnerable y afectada, aunque no estén expuestos al trauma.
Así pues, de una manera u otra, nos va a tocar alguna vez mirar lo que llevamos de la historia de los que fueron antes. Confiar en que nuestro cuerpo lleva lo que lleva, y encargarnos. No solamente por nuestro bienestar, sino por el de los que vengan después.
Una muy buena noticia es que se pueden revertir los efectos de la epigenética en la activación de trauma transgeneracional no solamente con terapia que incluya psicología sistémica, sino además con un ambiente y hábitos que desactivan esos genes. Hablamos de estudios que confirman que un ambiente y alimentación sin tóxicos, respirar adecuadamente, un contexto enriquecedor, ejercicio físico y actividades regeneradoras reducen la probabilidad de manifestar traumas heredados.
La existencia de traumas heredados y como revertirlos es lo que la psicología sistémica estudia. La formación Sistémica aborda este y otros temas para hacer consciente lo que te puede estar limitando. Ampliar tu mirada para enfocarte en resolver lo que obstaculiza tu abundancia y bienestar es uno de los objetivos principales.