
Según nationalgeographic.com Rachel Yehuda, profesora de psiquiatría y neurociencia del trauma en el Mount Sinai de Nueva York (Estados Unidos), descubrió una marca epigenética en los genes de supervivientes del Holocausto y su descendencia. Un grupo, pues, con mayor riesgo de padecer problemas de salud mental. En 2015 evaluó a 32 supervivientes y a sus hijos adultos, examinando el gen FKBP5, que se ha relacionado con la ansiedad y otros problemas de salud mental.
Al extraer ADN de muestras de sangre, el equipo identificó cambios epigenéticos en la misma región del gen en los supervivientes y sus hijos; pero esas alteraciones no estaban presentes en el ADN de un pequeño grupo de padres judíos y sus descendientes que vivieron fuera de Europa y no experimentaron el Holocausto.
En un estudio posterior publicado en 2020, Yehuda examinó una cohorte más amplia de sujetos, teniendo en cuenta variables como el sexo y la edad del progenitor durante el Holocausto. Examinó la metilación del ADN, uno de los métodos que utiliza el epigenoma para activar o silenciar genes. La metilación del ADN suele añadir una marca química al ADN; la desmetilación la elimina.
Yehuda descubrió que había niveles más bajos de metilación del ADN en el gen FKBP5 en los niños cuyas madres sobrevivieron al Holocausto que en los sujetos de control judíos cuyos padres no vivieron el Holocausto. Algunos estudios han relacionado la metilación reducida del ADN en el gen FKBP5 con un mayor riesgo de trastornos en adultos, como el trastorno de estrés postraumático TEPT.
Los resultados sugirieron que el trauma de una madre (incluso si ocurrió durante la infancia) podría conducir a cambios epigenéticos dentro del ADN en sus óvulos y, por lo tanto, tener un impacto en la salud mental de sus hijos.
Un estudio de 2019 con hombres australianos veteranos de la guerra de Vietnam proporciona pistas adicionales sobre cómo el trauma trasciende generaciones.
Los investigadores buscaron diferencias de metilación en el ADN encapsulado en el esperma de veteranos que sufrían TEPT y lo compararon con el ADN de aquellos sin la afección.
Una decena de regiones del ADN mostraron patrones de metilación diferentes en los veteranos con TEPT en comparación con los que no lo padecían. Los cambios estaban presentes en nueve asociadas a trastornos psiquiátricos como el TEPT.
Según el estudio, los patrones de metilación en los veteranos con TEPT estaban relacionados con trastornos mentales diagnosticados en los hijos de los veteranos. Según Divya Mehta, investigadora principal de la Universidad Tecnológica de Queensland (Australia), los hallazgos identificaron un patrón único de cambios en el ADN que podrían ser hereditarios, «especialmente los relacionados con la respuesta al estrés».
Dada la larga vida de los humanos y el tiempo que tardan en tener descendencia, a los investigadores les resulta mucho más fácil estudiar los traumas heredados en ratones o ratas, que producen varias camadas al año.
En una serie de experimentos para entender cómo los animales pueden transmitir información sobre un trauma ancestral a su descendencia, Mansuy, de la Universidad de Zúrich, ha investigado los efectos epigenéticos causados por la separación de las madres de ratones y sus crías; las madres también estaban expuestas a factores estresantes durante las separaciones.
¿Cómo puede un entorno estresante como la separación de la madre desencadenar cambios epigenéticos en las crías? No lo sabemos exactamente, reconoce Mansuy. El mecanismo que vincula el estrés y el epigenoma en el cerebro y otras células «no se conoce bien».
Aun así, el estudio descubrió que las crías y sus descendientes presentaban depresión, déficits de memoria y conductas de riesgo, como incapacidad para evaluar peligros potenciales, entre otros muchos cambios de comportamiento. Mientras que la depresión y el deterioro de la memoria se extendieron hasta la tercera generación, la asunción de riesgos no empezó a disminuir hasta la quinta.
«Es sorprendente que algunos de los síntomas se mantengan durante tanto tiempo», afirma Mansuy. Cuando los síntomas disminuyeron, Mansuy descubrió que la metilación del ADN estaba alterada en el esperma y el cerebro de la descendencia masculina. Podemos afirmar que una experiencia que te sobrepasa no muere contigo, tiene vida propia después.
El trauma va más allá de acontecimientos devastadores como el maltrato infantil o la guerra. El ADN también puede verse afectado por causas ambientales. Así pues, podemos también hablar del trauma por causas ambientales.
Es importante que cuando tenemos depresión, miedos, fobias, falta de abundancia, autoestima y otros síntomas que no podamos relacionar con nuestro contexto o ambiente y además representan una respuesta desproporcionada, involuntaria e incontrolable a lo que sucede, tengamos en cuenta que no somos erróneos, sino que quizás se nos está activando un trauma transgeneracional y podemos pedir ayuda.
En la Formación Sistémica de Crecemos Contigo, se aborda este tema y uno de los objetivos principales es revertir esos cambios epigenéticos.