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person behind fog glass

El trauma es el efecto de experimentar una situación en la que se han sobrepasado los recursos que tenemos para gestionarla. No tenemos los mismos recursos cuando somos un recién nacido que cuando somos un niño o un adolescente o un adulto.

Incluso de adultos, todos tenemos un umbral de tolerancia a las experiencias y todos somos susceptibles de ser traumatizados. Todos hemos vivido en algún momento una experiencia traumática, pero una experiencia traumática puede o no dejar secuelas y éstas, pueden ser más o menos limitantes. Todo depende de cómo se ha gestionado esa experiencia. Si se ha podido expresar o no, si se negaron los hechos o si se ha reparado emocionalmente con el vínculo con otros que dejará unas secuelas traumáticas o no.

Se sabe que las secuelas más importantes que limitan y afectan la vida cotidiana de las personas tienen que ver en su origen con traumas muy tempranos. Muchas veces la persona no es consciente de esos traumas porque no está en su memoria explícita. Puede que fuera muy pequeño o quizás generó un mecanismo automático que afortunadamente lo protegió haciendo que lo olvidara todo o puede que inconscientemente deformara la realidad para poder sobrevivir.

Aun con todo esto, sabemos que el cuerpo lleva la cuenta de todo lo que hemos vivido y ese trauma seguirá ahí manifestándose a través de nuestro cuerpo. Se sabe que un 50% de las personas manifiestan una somatización consecuencia de un trauma; insatisfacción, ansiedad, inseguridad, que a veces puede derivar en una depresión, enfermedad autoinmune o diversas patologías.

El trauma genera en nuestro cuerpo un mecanismo que nos hace responder ante las amenazas futuras de manera poco adecuada al entorno, percibiendo peligroso lo que quizás no lo es, o poco peligroso lo que sí es.

Ante una situación que nos desborda, la respuesta correcta es pedir ayuda, luchar o huir. Nuestro cerebro detecta automáticamente cuál es la mejor.

En un último recurso, cuando todo ha fallado, nos paralizamos. La parálisis es inconsciente, automática e involuntaria y es un mecanismo neurobiológico extraordinario que tiene todo mamífero para hacer que el depredador pierda su interés en la presa.

Este mecanismo de parálisis si es mal gestionado en la situación que lo generó o mantenido demasiado tiempo, por ejemplo, durante años en nuestra infancia, genera la somatización y desadaptación del futuro adulto.

Si el trauma se gestiona correctamente, no genera secuelas, pero si se evita o se niega, entonces se encapsula. Cuando el trauma queda encapsulado, es más fácil que situaciones cotidianas que en principio no sean desbordantes, se perciban con nuestro cerebro subcortical inconscientemente como tales. Así puede suceder que una persona sienta de manera exagerada emociones como rabia, vergüenza, bloqueos, insatisfacción, inseguridad ante cosas cotidianas que su mente lógica y funcional le dice que no debería sentir.

Culturalmente, la sociedad y la vida nos preparan para que funcionemos y seamos productivos. Se cree que ante experiencias dolorosas es mejor mirar hacia otro lado y seguir para adelante con la vida. A veces nos aconsejan que para qué vamos a remover eso, lo que duele, es mejor no tocarlo. Hay que ser fuerte y poder con todo.

O quizás nuestros familiares de pequeños nos decían que bueno, no es para tanto, o tú tienes la culpa, o hay que ver como exageras…. Por tanto, el niño aprendió a vivir pretendiendo que no ha pasado nada o que no tiene tanta importancia y deforma la realidad para sobrevivir. Entonces se generan ideas, creencias limitantes fijadas en un momento de la vida o transmitidas por nuestros cuidadores que también le sirvieron para sobrevivir a sus experiencias, pero que en la actualidad de adulto le limitan el presente.

Pretender que no pasó o no pasa nada es inútil. Eso nos lleva al estrés, a la somatización y a la enfermedad.

Se ha demostrado con la epigenética que además de nuestra historia, los traumas de nuestros padres, abuelos y ancestros también se transmiten generacionalmente. 

Vivimos interrelacionados en un sistema familiar que conforma nuestro tejido único.

Por ejemplo se ha descubierto que nietos de sobrevivientes al holocausto o a la guerra del Vietnam o a experiencias traumáticas sin estar expuestos a esas experiencias o sin relación directa con el abuelo traumatizado nacen con niveles de cortisol (hormona del estrés) elevados y de dopamina (hormona del bienestar) bajos. Esto corresponde en realidad a una inteligencia biológica, la cual nos prepara genéticamente para enfrentarnos al ambiente donde vamos a nacer.

¿Quién no tiene un ancestro que estuvo en la guerra civil o perdió a un familiar de manera temprana o qué sistema familiar no guarda algún secreto vergonzoso o creencia limitante?

Así que si quieres saber cómo influye tu sistema familiar en lo que te pasa, apúntate a la formación sistémica.

También la calidad de los vínculos tempranos físicos y especialmente como fueron cubiertas nuestras necesidades emocionales en los 2 primeros años de vida, marcan el esquema de cómo nos vamos a vincular con los demás. Especialmente la madre tiene que saber regular el mundo interno del niño, sabiendo calmar y colmar las necesidades del bebé.

El cuerpo es como la caja negra del avión; registra la historia de todo lo vivido y también experiencias de nuestros ancestros.

Entonces, ¿cómo solucionamos todo esto que nos puede estar afectando? ¿Puede ser que la insatisfacción en el trabajo, o la pareja, o la falta de éxito económico, o quizás los problemas de relación en grupo, o la inseguridad que sienten algunas personas, se deban a algo del pasado que ni tan siquiera pueden imaginar?

Primero de todo hay que decir que el ambiente donde nace el niño, si es seguro con cuidados y caricias y todo lo que necesita física y emocionalmente el bebé, ya modifica el cerebro. En unas buenas condiciones, los niveles de dopamina y cortisol se regulan. ¿Pero cómo restaura una persona las secuelas de trauma que no ha podido gestionar por el contexto donde vivió o las circunstancias que sostuvo?

En la terapia integrativa de reprocesamiento del trauma esto se restaura enfrentando la verdad, accediendo y escuchando esas memorias corporales que quedaron grabadas en el cuerpo, reconectando estas memorias con las partes olvidadas que hace que la persona esté viviendo, a veces sin saberlo, en el pasado.

El exceso de cortisol inhibe el hipocampo que está en el cerebro límbico. El hipocampo se encarga de eso, de colocar las experiencias pasadas en el pasado y así poder avanzar sin cargas. Si está inhibido, la experiencia no se puede contextualizar. Cuando el trauma no está restaurado, esa experiencia se encapsula en el pasado y limita el presente.

Un profesional experto en trauma, acompaña a acceder a la experiencia grabada en el cuerpo, secuenciar lo que paso, ponerle palabras y colocarlo en el tiempo y en el contexto que sucedió. El cerebro, que es un órgano extremadamente sofisticado y neuroplástico, puede reconectar lo que en su momento tuvo que olvidar, readaptándose profundamente al presente.

Y si el trauma es heredado, un experto en psicología sistémica te acompañará a liberarte de esas cargas inconscientes.

Hoy en día estamos viviendo hacia afuera, haciendo muchas cosas, trabajando, programando actividades, viajes, cuidando a los demás, preocupándonos de lo de afuera… y así no sentimos, no nos preguntamos qué nos gusta, qué queremos, qué necesitamos. Estamos muy desconectados de nuestro mundo interno y nos cuesta disfrutar de sensaciones agradables, cotidianas y vivimos sin vivir plenamente.

Pero, afortunadamente,  también están emergiendo tendencias más espirituales. Se abrazan tradiciones que miran la esencia espiritual genuina de la persona, el yo esencial que todos poseemos. Ese ser que en mindfulness se mira a sí mismo sin juzgar, sin expectativas y con amor compasivo hacia sí mismo y los demás.

En terapia para sanar el trauma se invita a que la persona conecte con sus partes internas y con su esencia.

En mindfulness, se invita amablemente a que el paciente mire sin juicio, sin hipótesis, sin expectativas, lo que su cuerpo trae, lo que lleva grabado, activando las partes del cerebro donde está grabada la experiencia que su cuerpo que necesita que ser vista y escuchada. También en constelaciones se hace este tipo de trabajo tan profundo.

Esta mirada del abandono, rabia, humillación, vergüenza, miedo o lo que sea que traiga su experiencia, cuando se mira desde su esencia autocompasiva, curiosa y sin juicio, es la que lleva a una sanación profunda.

Entonces es cuando la persona descubre su verdadera esencia, lo genuino de su ser, esa parte que nadie nunca pudo tocar y que le permite sentir, saber qué necesita realmente, qué quiere y cómo hacerlo.

La terapia se basa en acompañar a la persona a que encuentre sus recursos y seguirla para recoger lo que fue negado y lo que el cuerpo traiga y así hacer una transformación muy profunda, conectando con la esencia y sanando el trauma.