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a black and white photo of a woman sitting on a bench

 

Cuando el paciente que nos pide acompañamiento manifiesta ansiedad, depresión, limitación social, problemas con los hijos, la pareja, adicción, inseguridad, somatizaciones, fobias etc… no acostumbra a saber a ciencia cierta por qué ha llegado a ese punto y a menudo tampoco sabe qué hacer para transformarlo. Él quizás no lo sepa, pero el terapeuta sabe que su cuerpo sí lo sabe. Su cuerpo lo guarda todo.

Experimentar una situación en la que se han sobrepasado los recursos que tiene la persona para gestionarla, puede ser una experiencia traumática, pero una experiencia traumática puede o no dejar secuelas y éstas, pueden ser más o menos limitantes. Todo depende de cómo se ha gestionado esa experiencia. Si se ha podido expresar o no, si se negaron los hechos o si se ha reparado emocionalmente con el vínculo con otros.

Muchas veces las personas no son conscientes de esos traumas porque no está en su memoria explícita. Puede que fuera a una edad muy temprana o quizás generó un mecanismo automático que afortunadamente lo protegió haciendo que lo olvidara todo para poder sobrevivir. Aun así, con todo esto, sabemos que ese trauma seguirá ahí, manifestándose a través de su cuerpo que sí recuerda. Se sabe que un 50% de las personas manifiestan una somatización consecuencia de un trauma; insatisfacción, ansiedad, inseguridad, que a veces puede derivar en una depresión, enfermedad autoinmune o diversas patologías.

La sociedad, la escuela, nuestra cultura prepara a las personas para que funcionen y sean productivos. Los pacientes llegan pidiendo ayuda para seguir adelante con su vida, pero creyendo que con las experiencias dolorosas es mejor mirar hacia otro lado. Lo que duele, es mejor no tocarlo. Pero pretender que no pasó nada, que no fue para tanto, que eso no está ahí, no lo borra. Eso los lleva a la somatización.

Se ha demostrado con la epigenética que además de nuestra historia, los traumas de nuestros padres, abuelos y ancestros también se transmiten generacionalmente. ¿Quién no tiene un antepasado que perdió a un familiar de manera temprana, vivió una guerra o guarda algún secreto vergonzoso o creencia limitante? 

El cuerpo es como la caja negra del avión; registra la historia de todo lo vivido y además también las experiencias de nuestros ancestros.

¿Pero cómo acompañamos a restaurar a una persona las secuelas de un trauma que no ha podido gestionar?

En la terapia integrativa de reprocesamiento del trauma esto se restaura enfrentando la verdad, accediendo y escuchando esas memorias corporales que quedaron grabadas en el cuerpo, reconectando estas memorias con las partes olvidadas que hace que la persona esté viviendo, a veces sin saberlo, en el pasado. Los acompañamos a expresar con el cuerpo los movimientos y sensaciones corporales que quedaron paralizadas, decir aquello que no se pudo hablar, mostrar o sentir y que quedó encapsulado y así recuperar su verdad.

Con presencia y estableciendo un vínculo sanador, miramos, escuchamos, validamos, las partes internas de nuestro paciente y accedemos a la experiencia grabada en el cuerpo, secuenciamos lo que pasó, le ponemos palabras y lo colocamos en el tiempo y en el contexto que sucedió.

En constelaciones con trauma, el terapeuta debe asegurarse que el paciente domina la situación para no desbordarse. Debe estar muy conectado con él, sus recursos y lo que necesita. Un vínculo seguro con el terapeuta hará que el paciente pueda fluir sintiéndose por primera vez sostenido en su experiencia traumática. Si no hay una seguridad que el paciente percibe el entorno seguro y estable, es mejor no exponerlo a su trauma y hacer una constelación solamente de recursos. En pacientes con trauma severo, este período de estabilización puede ser muy largo y complejo de generar por qué sienten terror a su mundo interno. Hay que evitar la catarsis o expresión de emociones sin más por qué es posible que generen más desestabilización y retraumaticen al paciente.

El cerebro, que es un órgano extremadamente sofisticado y neuroplástico, puede reconectar lo que en su momento tuvo que olvidar, readaptándose profundamente al presente.

Afortunadamente, las tendencias más espirituales actuales miran la esencia genuina de la persona, el “yo esencial” que todos poseemos, que sabe mirar sin juzgar, sin expectativas y con amor compasivo hacia sí mismo y los demás. 

Qué maravilla encontrar los recursos y acompañar a las personas a recuperar su esencia, esa parte genuina que nadie nunca ha dañado, su alma. Esa que sabe lo que le gusta, lo que quiere, lo que necesita y que le conecta con la vida vivida plenamente.

Si quieres saber más, apúntate a la formación sistémica, pues uno de los temas vertebrales en todo el año será como afrontar el trauma, encontrar tus recursos y aprender a acompañar a otros en ese proceso.