
De repente, casi sin venir a cuento, aparece poco a poco como una ola que no puedo frenar y me invade una honda tristeza. Siento como si algo dentro de mí hubiera muerto. Estoy perdida en un vacío y abandonada en ese vacío. Es una parte interna gris, profunda donde no hay color ni risas, todo es en blanco y negro. Y la sensación es muy antigua, como ancestral. Si ahondo un poco sobreviene una impotencia eterna y terrorífica como sentir la inminente muerte a manos de un depredador, pero luego esa sensación se transforma en una búsqueda continua, un anhelo desesperado y la sensación de nunca obtener lo que anhelo que tampoco sé exactamente qué es, pero sé que se han olvidado de mí y que no importo.
El amor, la atención, los logros, los momentos felices y la calidez que recibo en mi vida actual lo recibo filtrado como si no pudiera sentirlo plenamente, como si me lo dieran en una lengua extranjera y nunca fuera suficiente porque lo que anhelo es esa conexión en plenitud que nunca llega.
Así, el afecto no me lo creo, no llega. Se perdió esa conexión y la busco en cada lugar, en un hijo, en una pareja, en un proyecto, en el éxito, en el dinero y en cada rincón. A veces tengo la sensación de que sí lo alcanzo, o casi, pero tarde o temprano me doy cuenta, que en verdad es una fantasía. Entonces llego a creer que no es para mí, que no lo merezco, o incluso como no voy a tenerlo nunca, que no lo necesito. Lo que no se puede alcanzar siempre es mejor creer que no lo necesitas y focalizarte en el luchar del día a día, trabajar, hacer y hacer para no sentir el hambre de afecto y conexión.
Tú no sabes por qué, pero tu cuerpo sí, tu cuerpo lo guarda todo. Estas sensaciones pueden ser muy antiguas, quizás ya las heredaste, pero se vuelven tan familiares que a veces se quedan dentro de ti como algo natural, como si la vida, de vez en cuando, fuera eso. Si logras conectar en algún momento con la verdadera alegría de vivir, una y otra vez acaba apareciendo el mismo paisaje desolador. Es como si el wifi a la vida fuera de mala calidad y con conexión a trompicones. Y entonces aparecen voces que dicen para mí no hay nada, no encajo, no soy suficiente, estoy bien así… Y todo te lleva a una falsa resignación para no sentir mientras se vuelve a activar el anhelo de búsqueda incansable y agotador.
Podríamos llamar a estas sensaciones depresión, herida de la infancia, carencia de mamá, disociación, trauma del desarrollo temprano y otros términos. En psicología sistémica a eso le llamamos amor interrumpido y se puede sanar.
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